jueves, 12 de noviembre de 2009

PREGÓN FIESTAS AÑO 2006

PREGÓN DE FIESTAS

TORRES

(AÑO 2006)


Ilustrísimo Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal, señoras, señores y amigos todos.
En primer lugar, agradeceros a vosotros, Corporación Municipal, por haber pensado en mí.
Cuando nuestro apreciado y querido alcalde me comunicó su voluntad de concederme la dignidad de ser Pregonero de estas fiestas, no me lo pensé demasiado.
No sé si seré merecedor de la confianza que en mí ha puesto, pero podéis tener la seguridad, de que en el empeño de salir airoso de la responsabilidad que en su día me pidió, he puesto lo mejor de mi conocimiento, junto con la sensibilidad de mi corazón, que unidos al amor inquebrantable a éste nuestro pueblo, es mi mayor orgullo, el mayor orgullo de todos y cada una de nosotros debemos tener, por ser esta una TIERRA BENDITA, circunstancia a la que muchas veces, tal vez, por tenerla tan cerca, no le damos el verdadero valor que tiene.
Hoy me siento como si fuese el Pregonero Mayor del Reino, que oferta los productos más genuinos y auténticos de nuestro Torres; la amistad, la bondad, la convivencia, la alegría, su historia y hasta su sagacidad.
La misión de un pregonero, es armonizar un canto de alabanza a nuestra gente trabajadora, y ¿qué mejor canto que el que entonan los brazos cansados, de todos aquellos que han cumplido con su labor, en las tareas de la tierra u otros trabajos duros?
Son nuestros trabajadores del campo; jornaleros en lo ajeno, agricultores en lo propio, y gentes de la construcción, quienes forman esa primera columna que nos sostiene. Gente de corazón noble y de espíritu tenaz. Fueron labrados a golpes de digno trabajo. Gente que se crece en el dolor y que aprendió con el ejemplo y enseña con el ejemplo.
Es tarea de un pregonero la de reconocer y ensalzar la misión cumplida por nuestros mayores, y que el mejor reconocimiento, es el que demuestran nuestros abuelos, con sus rostros satisfechos por el deber cumplido.
Para los que no están entre nosotros, sean estos versos:

Si morir en Torres es hermosura,
imaginar procura, que es vivir,
que viviendo con módica mesura,
de anciano verás la vida seguir.

Si estando lejos de su hogar amado,
tienes a tu pobre viejo que llora,
¿porqué, de tu corazón queda olvidado,
en tu apenada jaula dictadora?

Verse libre cual ruiseñor perdido,
que entre madroños, laureles y helecho,
medra siempre para trenzar su nido,
¡nadie le quite tan justo derecho!

Y si entre ricas rejas lo has tenido,
¡déjalo suelto que vuelva a su techo!
que en Torres descanse, si lo ha querido,
para él es lo mejor, según sospecho.

Tengamos unos segundos para no olvidarnos de aquellos amigos y familiares que en estas fiestas no están aquí; unos, regresarán, tal vez el próximo año; otros, se han ido a donde no se regresa. Están y estarán en nuestro recuerdo y en nuestra memoria.
También la de lanzar a los cuatro vientos, voces de ánimo para esa juventud que se agita con inmensas ganas de vivir, y, ¿qué mejores ánimos, de las que con sus miradas nos dan los jóvenes? Sus miradas limpias, nos animan a confiar en ellos. Saben que estamos en una sociedad difícil, pero sus jóvenes corazones, saben latir con serenidad, ante las adversidades, para poder superarlas con dignidad. Disfrutad todo lo que podáis, porque la juventud es un tesoro hermoso que tenéis, y que cuando pasa, sólo queda el recuerdo del tiempo pasado, aunque tened presente que luego, al tiempo hay que darle cuenta si se vive sin darle cuenta al tiempo.
Como creo que esto del tiempo no ha quedado claro, permitidme estos requiebros para ver si aclaramos algo.

Es mi nacer mi morir,
que anhelo con empeño,
la vida sin un sueño,
y soñar para vivir;
que vivir para soñar,
no nos debe acaparar,
lo que soñado se había,
llevándonos a porfía,
y la mente desvariar;
que si la mente varía,
nunca podremos soñar,
lo que soñar se debía.

Tampoco ¿verdad? No preocuparos, que tampoco lo entiendo yo aunque lo haya escrito

Esto que os cuento ahora, si lo vais a entender. Os contaré lo que le pasó a un jovenzuelo de Torres que fue a panza a las huertas del río, un día que hizo rabona.

Por coger una manzana
un atrevido chicuelo
cayó del árbol al suelo
un jueves por la mañana.

Al ver que no se hizo nada,
considerándose fuerte,
quiso repetir su suerte
con la fruta codiciada.

Trepó con ansia malsana
por llegar hasta la copa,
destrozándose la ropa
por la dichosa manzana.

Comió todas cuanto quiso;
y como todos los pillos,
se rellenó los bolsillos
dejando el árbol liso.

Cuando a bajar se decidió,
dándose por satisfecho,
resbaló, cayó de pecho,
y la dura tierra besó.

De lección y de escarmiento
le sirvió tal singladura
pues perdió la dentadura,
y encontró conocimiento.

Así ocurre muchas veces,
que, quien por mera avaricia,
lo ajeno siempre codicia,
suele pagarlo con creces.

Mi deseo para vosotros, jóvenes de Torres, es que alcancéis alto conocimiento, sin que tengáis que perder los dientes.

La misión de un pregonero es asimismo la de entonar un canto de ternura a los más pequeños, que por recibir un amor infinito, un sol de privilegio y un aire saludable, tienen todos mofletillos de melocotón.
Va una anécdota de unos zagalillos vivida por mí, no hace muchos días en la Pila Pellenda:
Tomaba la sombra y observaba a las ardillas en dicho lugar. Advertí a un grupo de niños que se arremolinaba en torno a otro más pequeño. Al parecer, éste se había metido una moneda de euro en la boca, y por querer quedarse con ella, no había forma de sacársela, como se empeñaba otro renacuajo, porque la moneda era suya y no la daba por perdida. A esto se acercó un mozalbete y dio la solución:

_¿Qué no se le puede sacar de la boca?
_¡Pues llamad a alguien del gobierno!
Los niños no entendieron,
...Y se quedó tan pancho.

Es, en fin, la misión de un pregonero, el canto a la tierra, esa tierra que nos vio nacer; esa tierra que fue el primer juguete que nuestras manos tocaron. Ella es nuestro sustento: cerezos que se visten con un blanco inmaculado, olivos de plata con troncos retorcidos por el tiempo, veteranas y esmeraldas encinas y longevos quejigos y huertas nunca agotadas por viejas que sean.
En esta tierra milenaria, aparece la historia escrita, cuando los antiguos habitantes de esta zona, llamados muladíes, abrazaron el Islam al producirse la invasión musulmana en la península.
El núcleo principal de muladíes se constituyó en el siglo VIII, y estuvo formado por las principales familias de origen romano o visigodo que habitaban la zona de Sierra Mágina.
Ubayd Al Saliya, fue el rebelde más destacado de los muladíes, teniendo sus dominios en una zona por ellos llamada Sumuntán (topónimo árabe de la zona de Sierra Mágina)
Ibn Hayyan, célebre escritor árabe, atribuye el nombre de Sumuntán a una fortaleza que al perecer tuvo entidad de cabeza de distrito y que pudiera corresponder a Torres.
La primera expedición cristiana a la Cora de Jaén con resultados positivos fue la realizada por Alfonso VII de Castilla en 1255, quien conquistó Andujar y Baeza.
Alfonso VIII saqueó en 1209 las tierras de Baeza y Jaén. La respuesta almohade fue la toma de Salvatierra. Viendo las pocas posibilidades que tenia Castilla sola para enfrentarse a los moros, el arzobispo de Toledo Ximénez de Rada, predicó la cruzada por Francia y Alemania y los reyes de Navarra, Aragón y Portugal se dispusieron a ayudar a los castellanos.
El día 16 de Julio de 1212, con ciento treinta mil hombres, frente a los doscientos cincuenta mil árabes de Al Nasir, se produce la gran victoria de las Navas de Tolosa, dejando los musulmanes de ser un peligro para los reinos cristianos y una puerta abierta para futuras incursiones.
En el sur de la península se produce un debilitamiento generalizado almohade del que no se recuperarían, permitiendo a los castellanos ocupar las primeras plazas fuertes al sur de Sierra Morena: Baeza y Úbeda.
Torres se incorpora a la corona de Castilla en Mayo de 1231, cuando el rey Santo Fernando III lo conquista, y lo integra al Concejo de Baeza. Con esta disposición, el castillo y fortaleza de Torres se convierten en zona fronteriza con tierras de moros, salvando a las ciudades de Baeza y Úbeda de posibles conflictos armados, por haber retirado de ellas la frontera.
Fue Sancho IV de Castilla quien como pago a los freires de la Orden de Calatrava, por los servicios prestados, el 26 de Agosto de 1285, les da Torres con su término, entradas, salidas, ríos montes y todo lo de dentro, dando lugar a la constitución de la Encomienda de Torres, de la que también formaban parte de ella las plazas de Jimena, Recena y la mitad de Canena.
Permitidme que os hable de algunos personajes curiosos de esta época, que proliferaban por estas tierras:
Los adalides eran personas muy especializadas en la lucha y conocían perfectamente el territorio.
Los alfaqueques, eran los intermediarios entre la comunidad árabe y la cristiana, para resolver los problemas que pudieran surgir, como robos de ganado o conflictos fronterizos en tiempos de paz.
Los fieles de rastro eran individuos juramentados que acudiendo al lugar de los hechos, seguían las huellas de los violentadores hasta dar con los ladrones y con las cosas robadas, que eran detenidos y puestos a disposición de la ley.
El alcalde entre moros y cristianos era la autoridad encargada de dirimir los conflictos surgidos en el tiempo de tregua entre ambas comunidades.

Dejemos esta historia tardía, porque sería larga y no estoy aquí para hablar sólo de ella, aunque de pasada, recordar a unos torreños muy singulares:
Bastián López, descubridor en el Sacromonte granadino de los Libros Plúmbeos y de los huesos de San Tesifón, según dicen las crónicas.
Fray Tomás de Navarrete, que fue a Nueva España a salvar las vidas de los indios.

En tiempos más modernos, os tengo que decir, que por nuestras calles pasaban personajes muy variopintos.
¡Quién no se acuerda del trapero! Que cambiaba trapos viejos por baratijas. Con pocos años, yo hice un buen trato con él. Le di mis pantalones a cambio de un globo.
El lañaor que arreglaba con maestría todo cacharro de barro de estaba rajado. Con un taladro manual, a uno y otro lado de la raja, hacía sendos agujeros con una broca fina, echándole una pasta introducía una grapa o laña a modo de horquilla y quedaba el cacharro, según siempre decía, como nuevo.
El garbancero. José de nombre. Hombre bueno y justo que venía de Albanchez con una cesta de mimbre repleta de garbanzos tostaos. Él te daba un tazón de los tostados y tú le dabas dos sin tostar.
El esquilaor, que venía de la Mancha con todas sus herramientas colgadas en la cintura. Hombre alegre que a mi ver, creo que las ganancias se quedaban en el bar de Conejo o de Tomasín.
En cierta ocasión fue a esquilar un burro de mi vecino Antonio. Una vez trabado de patas y ponerle sobre el hocico al animal un artilugio de madera para que no le mordiera, dijo:
_¿ Antonio, como se llama el burrillo?
_Manflorito, _respondió este.
_¡Y qué nombre es ese!
_Le he puesto ese nombre porque no sé si es burro o burra.
Ah... dijo con extrañeza mirando al animal.
Se puso a su faena y después de un tiempo, pudo observar como al burro le salió un pito grande en extremo, y llamando a Antonio con celeridad y fuerte voz le dijo:
_Antoñillo... Baja corriendo que te has equivocao de burro, porque fíjate en éste que cosa tan grande le sale de entre las patas.

Y para hablar de sagacidad, permitidme un sólo ejemplo:
Se cuenta que un torreño, en el tiempo en que se iba a vender hortalizas a la Mancha, se encontró un monedero con bastante dinero.
Como le remordía la conciencia, fue a confesar y el cura le dijo que tenía que devolverlo.
_¿Cómo lo voy a devolver si no sé de quien es?
_¡Pues lo coges en tu mano y cuando llegues a la Mancha, lo pregonas para ver si aparece su dueño!
Lo pensó a lo largo de toda la semana, y al final hizo lo que el cura le había dicho, pero a su forma.
Fue al matadero y cogiendo un cuerno, le metió el monedero dentro. Fue a la plaza y en sacando el cuerno pregonaba:
_¡A quien se le a perdido lo que llevo en la mano!
Algunas personas se resignaban en contestarle, aunque otras no.
_¡A ti o a tu padre, desvergonzado!
Con esta respuesta fue al cura, y en vista de que nadie había perdido lo que llevaba en la mano, ni que decir tiene que se quedó con el monedero.

A los que sois de fuera, os diré que para conocer Torres, hay que ponerse en las eras de San Marcos. Se ve desde ese lugar, y una cosa en decirlo y otra mirarlo, un precioso paisaje desde donde la vista se engorda y tiene a mano la mitad del término. Acá, a mis espaldas, el cementerio, pero como las espaldas no tienen ojos, no lo veo. Al frente el Cerro Viejo y tras pasar éste, el Almacén, con su mandil verde chaparro, sobre el que resalta aquí o allá, encalados cortijos rodeados de hermosos frutales. Es un pico alto que delimita con el manto celeste del horizonte; con sus empinadas laderas que sonríen a los cielos, plagadas de rastreras sabinas, encinas, tejos y pinos verdes. En la otra dirección a mano derecha, la olivarera campiña, y en su fondo, Baeza y Úbeda, sin cerros, que no se ven porque no los hay. A mano izquierda, en la linde, Torres balconado, aspirando a tentar el manto azul del cielo, cercado de enredados y verdes olivos sostenidos por antañones troncos cansados de vivir, retorcidos por el dolor del tiempo y regados por el sudor de las frentes de sus nobles gentes. Más allá, las Cáceles y Sierra Mágina, la magna romana, que como brava y fuerte, es noble.
Se asienta Torres sobre cimbra accidentada, siendo tierra fría en invierno, por ser muchos los hielos y nieves que le caen.
En otoño, los arces de la Fuente Nitas, comienzan a desvestirse de su tinte ambarino.
El monte se amansa, apacienta y prepara para tragar con pasión, el agua que en verano le usurpó el cielo.
En primavera, con asomarse desde cualquier punto de la carretera que va a Albanchez, es suficiente, para extasiarse ante tanta belleza, ofrecida por la naturaleza, ante el aroma de miles de blancos cerezos.

Sutil belleza percibo,
árbol de ganancia pura,
cuando miro tu hermosura
y tu perfume percibo.

Tú eres, cerezo sensible,
en Torres árbol sagrado,
con un blanco inmaculado
y mandil rosa apacible.

Cuando las sombras tienden su manto sobre la Vieja y una nube oscura aparece por la Portillos, ¡tápese, amigo mío!. Que la tempestad no se hará esperar, y sobre todo cuando los furtivos relámpagos dan luz a la noche.
Otra nueva recomendación: Suban a eso del alba al Puerto de la Mata. El camino que ahora os explico es bello y tortuoso, mal trazado y algo áspero. Hay barrancos por doquier. Empezará a subir por una pendiente moderada, una vez dejada atrás la Fuenmayor. Que no se le olvide coger algunas ramillas de tomillo y oler su aroma. Debe darse prisa con el fin de coronar el puerto antes de que el sol alumbre, aunque descanse un momento para oír la música que el viento toca en los pinares de Los Gamellones. Antes del alba, se pueden escuchar el canto de las perdices y el gorgojeo de los ruiseñores, en el barranco de Aguas Blancas, mezclados con el susurro de las ramas de los frondosos chaparros. En llegando al puerto, casi siempre se ven cenicientas nubes que oscurecen el cielo y le dan brillo a las amarillentas hojas de los arces. Con suerte, podrá ver alguna curruca parda y blanca, luciendo sus trinos flauteados, posando sobre la copa de un majoleto, plagado de rojos frutos que lo visten de fuego.
El camino a la contra, hágalo por las rastras del Almacén, y en un descanso, mire a Torres, y desde ese lugar...

Hijo, allá, en lo hondo,
Bajo el bello manto de azul severo,
¿Ves Torres al fondo?
Ese es, hijo, mi querer verdadero.
¿Lo ves balconado,
con su encrestado castillo altanero,
de cumbres rodeado
y de viejos olivos prisionero?
Hijo, ese es mi Torres,
Y si al tiempo, fuera de él yo muero,
Su tierra recorres
Y le dices por mí, que yo lo quiero.

Y después de esto, hagamos una alusión al Santísimo Cristo de la Columna, en cuyo honor se celebran estas fiestas tradicionales, y que con independencia de creencias o prácticas religiosas de cada vecino, he podido comprobar, que constituye un elemento de referencia constante en el pasado y también en el presente en cada uno de nosotros.
Vamos a prender el cohete que anuncia el comienzo de las fiestas, y, cuando estalle, procuremos estar ya vestidos con el traje de la concordia, compuesto por la camisa de la buena disposición, pantalón de la tolerancia y chaqueta de la bondad, para así pasarlo lo mejor posible y hacerlo extensible a los que nos visitan.
Yo quisiera pediros esta noche, que nos sintamos todos unidos, para que volvamos a emocionarnos de esta bendita tierra.
Abrid pues, queridos amigos, vuestro corazón para que la fiesta sea magnífica, para que sepamos emocionarnos con nuestro pueblo.
Que esta noche, Torres, sepa decir a todos que estamos unidos en una fiesta de paz, alegría y amistad.
Desde el cariño y afecto que tengo por Torres y sus gentes, os deseo a todos las mejores fiestas.
Y como los pregones, dicen, deben ser cortos y las fiestas largas, ¡ a por los cubatas que se hace tarde!
Muchas gracias a todos por vuestra presencia.

Vuestro amigo y servidor.



Francisco Cejudo Gasco.

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