Torres, Mayo de 2006
Sin otro título que el de torreño, (honroso título) y en un afán de serviros, estoy aquí ante vosotros, atendiendo la invitación que en un tiempo atrás, me hicieran los Hermanos del Señor.
Quiero agradecer públicamente a vosotros, amigos míos, el que me hayáis elegido, para ser el primer pregonero de estas entrañables fiestas. Mi único mérito, creo, es el de ser hijo de este precioso pueblo.
Debo confesar, que en muchas ocasiones, por imperativos de mi vida profesional, he intervenido en diferentes actos, y a pesar de ello, en este momento, estoy no sólo nervioso, sino también emocionado. Debe ser la emoción que produce a toda persona, el pronunciar su primer pregón; y aunque el servicio sea pequeño, no sólo me emociona, sino también me enorgullece.
Yo no sé, si está bien irse del pueblo que uno ama, aunque la marcha, en la mayoría de las ocasiones, no es voluntaria, sino obligatoria, por las circunstancias que la propia vida nos impone; pero amando todo esto y a lo lejos añorándolo y con el deseo de volver constantemente. Aunque esté en Granada, nunca me fui de Torres; nunca me marché. Creo, que no hay nadie de este pueblo, que haya llamado a mi puerta y la encontrara cerrada. Soy torreño y ello me obliga a mantenerme unido a esta tierra y a mi gente.
No quisiera que éste, fuera un pregón al uso, lleno de tópicos o reiteraciones. Sé que es difícil conseguirlo, pero quisiera, que fuera una charla entre amigos, para hablar de nuestras cosas, de nuestras fiestas, de nuestro Santísimo Cristo de los Jornaleros.
Porque es nuestro Cristo, no sólo el centro de nuestra fe, sino también la única justificación de las fiestas.
Todos los años, en los mismos días, Torres se engalana y se hace festivo, sólo para rendir culto público a nuestro Patrón de Patrones, al Santísimo Cristo de los Jornaleros, y es ésta y no otra, la razón de los festejos populares. Ha sido así a través del tiempo, lo es ahora, y lo será en el futuro.
No podemos extrañarnos de ello porque, todos sabemos, que el hecho religioso siempre ha ido unido a la manifestación popular, o dicho de otra forma, el hecho religioso se conmemora con júbilo por parte del pueblo.
En nuestro pueblo la fiesta de los Jornaleros comienza ya, y la que pregonamos hoy, no puede ser diferente a las de ayer, en el sentido de conmemoración, pero sí, en la forma de su manifestación, que está superada este año.
Las fiestas nos fueron legadas por nuestros antepasados y en el futuro, serán otros los que las realicen y seguirán estando vivas cuando ya de nosotros no quede ni memoria.
Por eso nuestras fiestas, estas que estamos pregonando, deben tener la doble cualidad de hacernos dignos de quienes nos precedieron y dignos de nuestros herederos. Por ello, esforcémonos en hacer de ellas una vivencia compartida por todos, en paz y libertad, para que se nos recuerde con gratitud al igual que nosotros recordamos a quienes nos precedieron.
En estos días, además de exaltar al Santísimo Cristo de los Jornaleros, debemos poner amor y fraternidad en nuestras diversiones. Nadie debe sentirse distinto ni distante, lejos o alejado, y nadie debe sentirse triste y si, esto no fuera posible, nadie debe sentirse sólo en su tristeza.
Para un hijo de Torres, lo principal de las fiestas es el culto a nuestro Santísimo Cristo, ya que en su honor se hacen, para solemnizar la devoción que todos los torreños sentimos por Él.
No tendrían sentido estas fiestas anuales sin darle culto.
Hoy, rendimos honores a nuestro Cristo, que por ser de todos, sabe acercarse a nosotros y nos da esa devoción y ese amor que nos limpia de egoísmos y nos libera de la trampa del materialismo que nos atosiga. Cristo que nos empuja a trabajar por un mundo más justo, donde el hermano, no tenga cada vez más a costa del hambre de otro hermano, que nos ayude a defender la familia tan necesaria para que la sociedad no se hunda.
Cuando nuestro Padre se pasee por las calles de Torres, es una buena ocasión para pedirle remedie nuestros odios y nuestras injusticias, y nos ponga en el camino donde jamás nos hagamos daño. Él debe conmovernos para hacer de nuestro pueblo un lugar de reconciliación, de paz y de justicia.
Por ver tus ojos quedo salvado,
Cristo Yaciente.
Y de mirarte quedo admirado;
¡Ya soy creyente!
Cuando con el inicio del frescor de la tarde, y nuestro Torres se repliegue en sí mismo para empezar a vivir su día de fiesta, nosotros, como buenos hijos, estaremos en la calle para darle calor humano. Cristo debe entrar en nuestros corazones.
Yo siempre quise verte
y me olvidé de hacerlo;
eso sin yo quererlo,
¡Que hago para quererte!
Por creer en ti, vivo,
que brillas cual lucero;
por ser de ti cautivo,
¡Si te olvidara muero!
¡Porqué a mis ojos miras
con infinita piedad!
¡Porqué tu amor me tiras
con primorosa bondad!
Ampara con tu sombra
a este pobre pecador;
ya que te ama y te nombra,
¡Dadle cobijo Señor!
Cristo de luz crecida
que el camino señalas;
¡Quita de mí esta herida!
¡Dame la paz que exhalas!
No debemos contentarnos con mirar la procesión desde los balcones, o desde la plaza o desde las aceras, debemos unirnos íntimamente a Él con devoción.
Inmensos luceros nos mandan señales,
con nuestras manos Cristo ya se levanta,
lo alzamos sobre limpios cielos triunfales,
y Torres ya no pena sino que canta.
Una vez en la Iglesia y desde la soledad de su camarín, estará presto para recibir la “Oración de sus Jornaleros”, como Padre, para que le hablemos de nuestras cosas, nuestras penas y alegrías, problemas, fracasos o triunfos.
Canta, jornalero canta,
que no se apague tu grito
y se oiga en el infinito
la queja de tu garganta.
Por tu fervor más profundo,
canta al Cristo, jornalero,
su perdón tendrás entero
por los pecados del mundo.
Tu gemir nunca sea duelo,
reza, jornalero, reza,
que a quien ora con pureza
Cristo le dará consuelo.
Levanta siempre, levanta,
vaya tu voz con el viento
y mientras te quede aliento,
canta, jornalero, canta.
Él es el Padre de todos, y a todos nos quiere de la misma manera, sin preferencias, tal cual somos. Recibámosle en nuestros corazones y démosle lo mejor de nosotros.
Tengamos también un recuerdo, a los hijos de Torres que por diversos motivos, residen en otros lugares y no han podido venir estos días, para encontrarse con su pueblo, con sus familiares y con sus amigos.
Saludemos, como no, y con gran afecto, a los que sin ser hijos del pueblo nos visitan cada año o por vez primera, porque aquí tienen sus amigos y encuentren un pueblo vivo, tolerante y festivo, que les hará pasar, sin duda alguna, unas horas gratas y agradables de sana diversión.
Por último, demos pues, las llaves al Santísimo Cristo de los Jornaleros, para que cierre la puerta de la injusticia, y las abra de par en par, cuando la concordia, la justicia y la paz llamen a ella.
Mi gratitud, por vuestra paciencia y cortés escucha de estas mis palabras; palabras que han salido, con mi cariño y respeto hacia todos vosotros
Y como es obligatorio que los pregones sean cortos y las fiestas largas, este aprendiz de pregonero, no le queda más mandato que el de desearos mucha diversión y alegría.
Que el Santísimo Cristo de los Jornaleros os proteja.
Gracias a todos.
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